En un tiempo remoto y por un breve instante, perdido ya en la rutina diaria.
Silenciado por los madrugones, las prisas, los reproches, la compra de la semana y las comidas familiares los domingos.
Fuimos bellos y resplandecientes, no había límites ni fronteras y nuestro amor lo podía todo.
No fue una mera ilusión.
Yo estuve allí.
Vendrán días en que volvamos a ser eternos y volemos sobre las estrellas.
Pero no habrá otro Camelot.
Muy bueno tu microcuento. Logra conectar con las emociones.
Visita mis microcentos, quizá alguno pueda gustarte también.
https://haroldcortesblog.wordpress.com/2017/04/07/microcuentos-para-irse-pensando/
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Gracias, Harold 🙂
Por supuesto que me paso a leerte
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