En su huida desesperada atravesando los bosques, llegó a un claro iluminado por una luz púrpura.
Cerró los ojos y su cuerpo se conectó con la Tierra. Las raíces crecieron desde las plantas de sus pies, hundiéndose hasta las profundidades. Se hicieron más gruesas y resistentes. Vencieron a los parásitos y a las plagas olvidadas, para alcanzar el mismo Núcleo.
Sintió la fuerza, la alegría y la esperanza.
Una luz cálida emanó desde sus entrañas para envolver su cuerpo e iluminar a su alrededor, borrando las sombras y la oscuridad.
El hombre-árbol dejó de tener miedo.
La Naturaleza le protegía.
Tu relato me ha traido a la mente un video musical: grupo Ween, canción Transdermal Celebration.
Saludos.
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Gracias 🙂
No los conocía y han entrado directos a mi lista de favoritos. Lunes que molan!
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Por nada… 😉
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Muy interesante el cuento. Me ha atrapado de verdad. Me parece que todos en algún momento de nuestra vida debemos volver a nuestras «raíces», volver al inicio de todo, a la conexión con la vida, con nosotros mismos.
Ese cuento me recuerda al primero que escribí: Horacio y el Árbol de Peningar >> http://bit.ly/2pKyA2A.
Saludos, excelente microcuento.
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