Tardes Extrañas

Era una tarde insólita.

Buscábamos capullos de amapola e intentábamos adivinar el color de la flor nonata.

—Blanca —decía mi hermana.

—Roja —apostaba yo.

Y las suyas siempre eran níveas como su risa y sus ojos oscuros resplandecían. Las mías eran encarnadas como mi sangre ahora formando charcos en la carretera.

Mi hermana grita y sus ojos están arrasados por las lágrimas. No entiendo qué me dice, pero le contesto: «blanca»

Es una tarde extraña.

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5 comentarios en “Tardes Extrañas

  1. talirosu

    Me encantó. Es muy triste pero lo cuentas con gran naturalidad, como si fuera una circunstancia más en la vida, simplmemente extraña. Tal vez así debe ser.

    Le gusta a 1 persona

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