…de lo que cenaste ayer? ¿Has desayunado hoy?
—No lo sé.
—¿Sabes quién soy?
…de lo que cenaste ayer? ¿Has desayunado hoy?
—No lo sé.
—¿Sabes quién soy?
Aún tuvo tiempo de ver cómo la sombra se fundía con el bosque.
Soñaba la niña con el arcoíris. Y su mamá con palabras.
«Érase una vez…», leía con voz dulce; la niña la miraba y en su mirada brillaba el eco de cada historia.
Era una tarde insólita.
Buscábamos capullos de amapola e intentábamos adivinar el color de la flor nonata.
—Blanca —decía mi hermana.
—Roja —apostaba yo.
Una vuelta más y el resorte principal queda enroscado. El tren de engranajes transmite la energía hasta llegar al oscilador. Las ruedas giran controladas: un diente de piñón cada dos alternancias.
Daniela mira a su hijo quien, con dedos aun tiernos, coge una margarita por el tallo, forcejea un poco y la arranca. La pone en su otra mano, donde aprieta otras tres flores para hacer un ramillete. Una hoja cruje y el niño se da la vuelta.
Al primer llanto.
Al momento en que cerré los ojos y nunca te habías marchado.
El Operario N.1 cogió nueve marionetas. El Operario N.2 apartó una idéntica a las otras nueve.
El Operario N.1 puso sus marionetas en una caja y siguió trabajando en la cadena de empaquetado.
Vibra un móvil y mi compañero comprueba el suyo. Niega con la cabeza.
—Es el tuyo.